Etapa 9. Motril-Granada

A lo largo de los 178 km de esta etapa atravesaremos, de sur a norte, el corazón de la Cordillera Bética en Granada, en concreto lo que en geología llamamos las Zonas Internas. Éstas están formadas por rocas depositadas en un mar Paleozoico hace más de 250 millones de años que posteriormente, durante el Mioceno hace 20 Ma, sufrieron una intensa deformación y metamorfismo.  Este proceso de deformación continúa hoy en día y se le conoce como plegamiento u orogenia Alpina, la cual formó los valles y montañas que hoy recorreremos, además de cordilleras tan importantes como los Alpes o el Himalaya.

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Km. 10-15 Travertinos de Vélez de Benaudalla. Esta localidad es famosa por estar construida sobre un extenso afloramiento de roca travertínica que forma un escarpe de unos 15-20 metros de altura que suele tener cascadas de agua salvo en momentos de sequía. Esta roca se origina a partir de manantiales que drenan el acuífero carbonático de la Sierra de Lújar. Las aguas al salir del acuífero cambian sus condiciones de presión y temperatura, por lo que el carbonato que llevan disuelto tiende a depositarse atrapando y “petrificando” restos de plantas y formando esta espectacular formación rocosa. Una curiosidad a destacar es que el travertino o toba ha sido utilizada como roca de construcción desde la antigüedad. Ya los romanos la empleaban en la base de sus monumentos debido a la gran resistencia que ofrece y, sobre todo, a la peculiaridad de no permitir el ascenso de la humedad del suelo debido a su mayor tamaño de poro.

Km. 20-30 Minas de plomo, fluorita y plata de Sierra de Lújar. Aunque muy cerca del anterior punto de interés, se hace necesario destacar la existencia de un área minera de gran importancia, situada en la zona media y alta de la Sierra de Lújar. Se trata de minas explotadas desde época romana, cuyo mayor desarrollo se produjo entre 1950 a 1990.

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Durante esos años se explotó la galena, un mineral del cual se obtenía plomo y algo de plata. Posteriormente se dejó de beneficiar la galena para explotarse la fluorita, un mineral hasta entonces desechado como ganga. Fue gracias al avance de las técnicas de refinado mineral y al aumento de precios de mercado, que se volvió a explotar para obtener flúor. Este elemento se utiliza hoy para la industria cerámica y metalúrgica, ya que ayuda a bajar el punto de fusión del acero y aluminio, con lo que permite disminuir el gasto energético. Se trata de una mina subterránea con la planta de tratamiento en el interior de la mina, siendo su impacto visual prácticamente nulo. Además, la fluorita aparece en bandas de colores claros y oscuros que recuerdan al patrón de las cebras, por lo que se llama fluorita cebrada o franciscana.

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Km. 35.- Manantiales de Lanjarón

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Las aguas de Lanjarón son un tanto especiales; se han infiltrado por el terreno y alcanzado distintas profundidades. Durante su recorrido han circulado por diferentes rocas, las cuales le han aportado minerales haciendo que estas aguas tengan un carácter especial que se ve reconocido por su declaración oficial como agua “Minero-Medicinal” y “Mineral Natural”. Esta condición permite su aprovechamiento tanto en Balneario  como para bebida envasada. Sus aguas tienen características muy variables, desde poco mineralizadas y frías hasta termales y salinas.

Zona exterior del Balneario de Lanjarón (fuente: Web Relais Termal).

La aparición de tan elevada cantidad de aguas minerales en este municipio de la Alpujarra granadina, se debe sin duda a la geología. Lanjarón se asienta justo en la zona de contacto entre dos importantes formaciones geológicas de muy distinta naturaleza hidrogeológica como son los esquistos y las rocas carbonatadas. Durante el levantamiento de Sierra Nevada a lo largo del Mioceno (20 Ma) estas formaciones se deslizaron una sobre la otra, creando una banda de roca muy fracturada y mineralizada que facilita la circulación del agua subterránea y su posterior salida por estos manantiales.

Km. 50-65. Falla de Nigüelas y turbera de Padul. El paso por Dúrcal y Padul es geológicamente importante por pasar por la Falla de Padul-Nigüelas, sin duda la más espectacular de la Cuenca de Granada y considerada como falla plenamente activa, ya que afecta a materiales muy recientes. Se trata de uno de los monumentos geológicos más conocidos de Andalucía, siendo sus alrededores un destino común para estudiantes de Geología de distintas universidades. Se aprecia en el terreno como una línea a los pies de la montaña y jalonada por grupos de pinos que marcan la traza de ésta. Su longitud llega a 13 km y presenta espléndidos planos de falla de varios metros de altura.

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Además, hay que comentar que la falla se sitúa en un área que ha experimentado un importante hundimiento, generando una cuenca endorreica (cerrada) en la cual se ha acumulado un importante espesor de sedimentos entre los últimos 800.000 a 120.000 años. Esta zona estaba permanentemente encharcada y llena de vegetación pantanosa, con cada terremoto o evento sísmico el terreno se hundía, y la vegetación era cubierta por sedimentos sobre los que volvía a crecer vegetación pantanosa. Este proceso se fue repitiendo una y otra vez, y como resultado se formó la turbera de Padul. En ella existen explotaciones mineras de turba que comercializan este recurso para su uso como sustrato agrícola y como filtro de contaminantes en depuradoras.

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Por último, en estos sedimentos se han encontrado restos fósiles de mamuts, que nos indican que estos proboscídeos, en aquella época, transitaban por estos pantanos quedando atrapados en ocasiones.

Km. 85-178 Conglomerado “Alhambra” y minas de oro romanas. En el tramo final de etapa, durante la secuencia de subidas y bajadas al Alto de Hazallanas podremos disfrutar del cambio litológico que se observa en este borde de Sierra Nevada. En concreto, entre las localidades de Pinos Genil y Güéjar-Sierra se observan unos relieves alomados y desprovistos de vegetación que en el talud de la carretera se muestran como conglomerados. Éstos están formados por grandes cantos y bloques de rocas metamórficas, a veces de más de 1 m de diámetro, embebidos en una matriz de arena fina.

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Hace entre 3 y 11 Millones de años, la erosión arrancó estas rocas y las transportó desde las zonas altas y emergidas de Sierra Nevada hasta su borde, formando un antiguo delta. Posteriormente, este delta acusó el efecto de los siguientes eventos de levantamiento y formación de relieve, quedando estos conglomerados emergidos y a merced de la erosión; se repite el ciclo de erosión-sedimentación y se vuelve a depositar otro delta, de nuevo, formado por conglomerados, pero ahora provenientes de la erosión del primero.

Por consiguiente, los materiales se erosionan y sedimentan doblemente, lo que ocasiona un retrabajado y reconcentrado de minerales más resistentes y densos que había en ellos, como es el caso del oro de Granada. El oro en origen se encontraba de manera diseminada en los materiales más antiguos que forman el núcleo de la sierra y acaba reconcentrándose, de manera natural, gracias a estos ciclos de erosión y sedimentación.

© José Miguel Fernández Portal

Estos conglomerados son reflejo de un medio sedimentario de mucha energía en el que el material era arrastrado gracias a corrientes muy viscosas, debido a la gran cantidad de arcilla en suspensión. Este efecto es lo que facilita la flotabilidad y transporte de enormes bloques de roca.

Al finalizar el descenso y encarar la entrada a la ciudad de Granada se pasa por los restos de una explotación minera. Se trata de los yacimientos de oro de la Lancha del Genil conocidos desde antiguo y que fueron explotados por los romanos y por una compañía francesa en el último tercio del siglo XIX y principio del XX.

El método de explotación fue similar al que utilizaron los romanos en las Médulas de León, utilizando la fuerza de gravedad del agua inyectada en túneles para disgregar la roca Este método se conoce como “Ruina Montium”. En la parte baja de la explotación aún quedan restos de lo que fueron las plantas de concentración y lavado del material arrancado, así como depósitos de cantos rodados desechados durante la explotación.

Como curiosidad indicar que el posterior lavado y retrabajamiento de estas rocas por el río Genil y Darro ha provocado que en los cauces de estos ríos se acumule oro. Esto ha ocasionado que, durante siglos, y hasta nuestros días, existan buscadores no profesionales que batean los sedimentos del río en busca de unos gramos del preciado metal.

Colaboradores:  

Sergio Rodríguez García (UCM) (Coordinador)  

Elisabeth Díaz Losada (IGME)

José Miguel Fernández Portal (IGME)

Juan Miguel Insúa Arévalo (UCM)

Blanca Martínez García (UPV)

Mónica Leonor Meléndez Asensio (IGME)

Isabel Rodríguez García de Castro (UCM)

Francisco Javier Rubio Pascual (IGME)